Los Templarios (II)

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Fue por el año 1095 el papa Urbano II proclamó la Primera Cruzada, un llamamiento a los cristianos para que tomaran las armas y liberaran Jerusalén del Islán. Se inicio de esa forma un período de dos siglos en los que Tierra Sanza se convirtió en un enorme campo de batalla en el que convivieron la efervescencia religiosa, el afán de aventuras y la avidez de riquezas y de gloria.

 

Fue en este entorno,  cuando Hugo de Payns, miembro de la pequeña nobleza, se separó de su esposa y se instalo en Jerusalén.

En 1119  en compañía de ocho compañeros, fundó la orden del Temple, su sueño era conjugar la cruz y la espada.

Todos los datos de los que dispongo me llevan a pensar  que Hugo era la persona ideal para dirigir el temple. Inteligente, audaz, y sobre todo con una dosis de liderazgo muy acentuada.

Nadie conoce muy bien la relación de Hugo con el rey Balduino II, pero este monarca vio la importancia que podía tener el temple en la vigilancia de los caminos y regalo al temple su “cuartel”.

Casualmente este edificio islámico estaba construido donde dos milenios antes se asentaba el mítico templo de Salomón.

Si bien mi padre, Pedro de Campian,  nació muchos años  después de esa cesión a los templarios, en sus viajes a Jerusalen pudo recoger mucha información de los primeros años de los Templarios.

Al parecer los primeros seis años los templarios vivieron de limosnas y protegiendo a los peregrinos.  En el  año de 1125 procesó como caballero templario el conde de Champaña y fue entonces cuando los templarios crecieron notablemente.

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